“Cuestiono la idea de lastre ideológico” - Entrevista a la historiadora Vera Carnovale en la presentación de su libro "Los combatientes"

Lo que emerge a partir de la investigación de Carnovale es el conjunto de valores que le dieron unidad a la expresión más profunda que tuvo la guerrilla marxista en la Argentina. La historiadora repasa los temas de una obra que está dando mucho que hablar.

Para el PRT-ERP, el comportamiento individual estaba atado al mandato político. Hay militantes que cuentan que se hacían análisis clasistas “hasta de la forma en que cebabas el mate”. Y efectivamente –si se tiene el cuidado de no caer en banalizaciones– lo que emerge a partir de la investigación que hizo Vera Carnovale en Los combatientes (Siglo XXI) es el conjunto de valores que le dieron unidad a la expresión más profunda que tuvo la guerrilla marxista en la Argentina. En diálogo con Página/12, la historiadora recorre con cautela los principales temas de una obra que está dando que hablar hace semanas.
No es para menos: repasar los eslabones de lo que ocurrió deja entrever la magnitud de las pasiones en juego. Allá por 1965, un centenar de personas fundó el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Cinco años después, éste creaba al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y se convertía en una de las variables clave para la izquierda del país. Sin embargo, a comienzos de 1977, la organización había sido prácticamente aniquilada. En el lapso que fue de la emergencia a la hecatombe hubo un proyecto de sociedad, un código de conducta y, sobre todo, seres de carne y hueso con su propia perspectiva del mundo.
–¿Cuál es el aspecto menos comprendido de la militancia en el PRT-ERP?
–En general, aquello que suele señalarse como lo incomprensible es la continuidad e intensificación del accionar armado a partir de 1973 –la llamada “militarización”– por un lado; y la imposibilidad de la militancia del PRT-ERP de detenerse a tiempo o retroceder, por el otro.
Justamente fueron esos dos ejes de la experiencia perretista los que traccionaron el estudio. ¿Qué se decían a sí mismos estos hombres y mujeres capaces de darlo todo por un ideal? Recopilando los lineamientos centrales del universo partidario –como la marca de la revolución cubana, la concepción del enemigo, el ideal del “Hombre Nuevo” o las formas de disciplinamiento interno–, la académica desgranó las ideas fundamentales de quienes hallaban el sentido de sus vidas en consignas como “hasta vencer o morir / por una Argentina en armas / de cada puño un fusil”. “Esos aspectos que mencioné –detalla– se vuelven inteligibles si atendemos a la articulación entre formulaciones ideológicas, representaciones imaginarias y mandatos morales que se percibían como irrenunciables.”
–¿Le parece que hubo limitaciones ideológicas provenientes del origen “clasemediero” de algunos cuadros?
–Es interesante que le hayas atribuido a lo que llamaste “origen clasemediero” de la militancia –en lenguaje de época, sería “origen pequeñoburgués”– la causa de aquellas postuladas limitaciones. Digo esto porque la idea de que la pequeña burguesía es fuente indiscutida de vicios y defecciones del más amplio espectro, también es propia del sistema de creencias partidario. Y esta idea convive –no libre de tensiones– con aquella otra, propia de la tradición leninista, que señala que son precisamente los intelectuales –la pequeña burguesía– quienes “llevan” la ideología revolucionaria a la clase obrera.
–Pero entonces... ¿qué limitaciones hubo y cómo pudieron haberse generado?
–Yo cuestiono la idea de “limitación ideológica”, al igual que las de “lastre ideológico”, “insuficiencia de marxismo” o “pobreza teórica”, porque comparten el presupuesto de una correcta interpretación del marxismo que habría implicado una línea política correcta que, a su vez, habría conducido a la historia a un final correcto.
–¿Y por qué cuestiona eso?
–Porque esas premisas no logran trascender los postulados del sistema de creencias de los propios actores. Es decir, los revolucionarios partieron de la certeza de que su acción se inscribía en el escenario de una historia inexorable que comenzaba a desplegarse para culminar en la sociedad socialista. Confiaron, además, en que el marxismo-leninismo constituía no sólo una herramienta para “leer objetivamente la realidad” sino, también, una “guía” infalible que ofrecía claves para operar sobre aquella realidad, acelerando así el paso de la historia.
–¿Qué pasó cuando esa “inminencia” no se cumplió?
–Fracasado su proyecto, era casi inevitable que se preguntaran: “¿Por qué no pasó lo que tenía que pasar? Si la revolución estaba destinada a triunfar, si sólo necesitaba de nuestra acción y sacrificio para su consagración, y fuimos derrotados, es porque en algo nos equivocamos. ¿En qué?”. A partir de allí, si se sostiene su sistema de creencias, no puede menos que encontrarse las razones del fracaso en las “lecturas pobres”, en las “insuficiencias de marxismo” que habrían determinado los “errores”, desviando, en consecuencia, una historia destinada a ser otra.
Y ahí está la clave. Esta acusación de “haber leído mal” la teoría alimentó balances políticos, pero según la investigadora “se vuelve pobre en la pluma del historiador, allí donde se espera que éste contribuya a explicar por qué el PRT-ERP actuó como actuó”. En síntesis: para interpretar a los sujetos del pasado no basta con resaltarlos con fibrón flúo sobre un paisaje conceptual. Hay que averiguar qué estaban pensando, cómo resonaba en ellos la coyuntura y qué móviles los impulsaron a sacrificarse –a veces heroicamente– en el afán de cumplir una esperanza.
–Tras haber recorrido la historia de la organización, ¿cuál cree que fue la equivocación? ¿Se podría haber evitado la derrota o el panorama sociopolítico que trazaron los dirigentes se debió a una especie de “clima de época”?
–Mi foco de atención no es “lo que podrían haber hecho”, sino lo que efectivamente hicieron; e intento explicar por qué. Ahora, si se considera uno de los actos más criticados de la historia de la organización –esto es, la decisión de continuidad del accionar armado durante el gobierno de Cámpora–, no puede dejar de decirse que esa decisión estuvo impulsada por la certeza de que: a) las luchas internas del peronismo desembocarían en una “fascistización” del gobierno peronista; y b) “no hay que dar tregua al enemigo”, puesto que bajar las armas “le permite reorganizarse y pasar a la ofensiva”. La masacre de Ezeiza (junio de 1973), la renuncia de Cámpora seguida por la asunción de Lastiri, yerno de López Rega (julio de 1973), y finalmente la caída de Salvador Allende, exponente de la “vía pacífica al socialismo” (septiembre del mismo año), fueron leídos por el PRT-ERP como signos confirmatorios de sus propios pronósticos. En todo caso, lo que podríamos agregar es que esa lectura provino más de un sistema de creencia previamente conformado que de un clima de época general. De hecho, esos mismos acontecimientos fueron leídos de manera muy distinta por otros actores políticos.

nota original

Comentarios

Entradas populares